lunes, 19 de octubre de 2009

Solo él y yo.

Nunca antes me había sentido así. Ha pasado casi un mes y las ideas no se han asentado todavía en mi cabeza. De hecho, mi cabeza es lo único que parece inmune a él, a esta relación rara y no muy saludable que tenemos. He oído decir que cuando nuestro cuerpo no puede más con las preocupaciones o el estrés se cierra en banda como aviso de que se está sobrepasando el límite. Puede que sea eso lo que me esté pasando. Tengo cambios de humor sin motivo y el estómago se me sigue encogiendo cuando alguien habla de él en mi casa o cuando le veo pasar por la oficina. Sin embargo parece que sufro anemia racional. No me he parado ni un segundo a preguntarme qué siento por Carlos, ni si nuestra relación tiene futuro o si está abocada a un desastroso final. No pienso en las consecuencias que esta aventura podría tener en su mujer y en sus hijos, aún tan pequeños. No sé si me quiere en su futuro y no me importa. Es como si las reacciones físicas más básicas no dejaran paso a la razón y no pudiera siquiera plantearme estos interrogantes.

No he revelado a nadie lo que siento, ni siquiera a mis mejores amigas. Ellas insisten en que me notan rara, pero es fácil disuadirlas convirtiéndolas en el centro de la conversación, adoran hablar sobre si mismas. No lo hacemos todos? Me gustaría compartir con ellas mis vivencias, a pesar de conocer de antemano su desaprovación. No tanto porque los consejos de nadie me vayan a servir de ayuda, sino para ser capaz de absorver la esencia de lo que estoy viviendo. Creo que si hablara de ello en voz alta dejaría de consumirme por dentro. Es el secretismo lo que me está matando y lo que impide que me plantee las cosas con raciocinio.

Carlos parece haberse quitado diez años de encima. Sonrie y quiere verme a todas horas. Cada vez le importa menos la hora y el lugar. No le preocupa que pueda vernos alguien. Es como si quisiera que nos descubrieran. Las despedidas en su coche han pasado de ser un beso rápido y significativo a caricias y demostraciones de amor apasionadas que desconocen el concepto del tiempo. Yo no le pregunto, pero insiste en que tiene que dejar a su mujer cuanto antes, que me quiere y que no le importa nada, que solo quiere estar conmigo. Me resulta inmaduro cuando me dice estas cosas. Carlos cree que me conoce porque me ha visto crecer, pero se equivoca. No me conoce como mujer ni como pareja. Conoce mi cuerpo, mis sonrisas, mis caricias y mi alegría de estar con él, pero poco más. Es como si estuviera hipnotizado por la fragancia de la pasión, como si después de tantos años de darse a una sola mujer yo hubiera despertado a otro Carlos que ni él mismo conocía. El nuevo Carlos es insaciable, nunca tiene suficiente de mi. Si pudiera me bebería a todas horas.

Los dias de descanso no hay llamadas de teléfono, ni mensajes, ni correos. A veces llama a casa con la excusa de hablar con mi padre para ver si soy yo la que coge el teléfono y poder escuchar mi voz. Mi padre se extraña de que no le llame a su móvil, pero no le da más importancia. Los días de fiesta son para pasarlos con los amigos y la familia a los que miento, con la mujer a la que engaña y con esos niños a quienes está pensando en abandonar. Yo no quiero que abandone a nadie, ni siquiera me parece justo lo que le estamos haciendo a Nuria. Tampoco a mi me gusta mentir. Pero cuando estamos juntos nadie existe, somos solo Carlos y Ana en su apartamento del centro o en alguna habitación de hotel. Somos lujuria y pasión, no realidad. La habitación es nuestro mundo por unas horas y en él no existen las responsabilidades ni los compromisos. Solo él y yo.

viernes, 9 de octubre de 2009

Ella, yo.

Ella, la de moral íntegra, la perfecta, la que siempre hacía lo correcto. Ella era la que daba los consejos más sensatos, siempre. Siempre tenía todo claro y sabía como actuar en cualquier situación, o eso creía ella.

A la mañana siguiente la culpa era compartida y apenas pudieron mirarse a los ojos. A pesar de la mala conciencia, ya sola en la ducha no pudo reprimir una sonrisa al recordar lo que había pasado. La excitación añadida de lo prohibido, de lo inmoral. Se enjabonó el cuerpo reviviendo en su mente cada caricia y cada beso.

Se despidieron sin hablar y cada uno tomó su camino. Al fin y al cabo ella era libre para hacer algo así, no había roto ninguna promesa ni había faltado a compromiso alguno. Su estómago le decía lo contrario. Al día siguiente no pudo probar bocado, eran los nervios, ya se pasarían. Pero no se pasaron y durante toda la semana el comer era un esfuerzo. Lo hacía por obligación y no por hambre. Reprimir las nauseas constantes y seguir sonriendo para aparentar que no pasaba nada no fue fácil, pero sí factible. Nadie sabe lo que pasó. Nadie.

Incluso llegar al punto de escribirlo le costó semanas. Semanas de no comer y apenas dormir. Hubiera sido más fácil si solo se hubiese tratado de una noche, un secreto entre los dos. No fue así.

Él también lucía ojeras y mostraba un nerviosismo que nunca antes había estado ahí. Sonreía de manera exagerada y soltaba carcajadas histéricas al mínimo comentario. Ella sabía lo que le pasaba, él seguía pensando en lo que había pasado a pesar de no poder permitírselo. Ella también lo hacía.

Tres días después él le pidió verse después del trabajo. Lo hizo en voz baja para que nadie en la oficina pudiera oírle. Después, en un bar en la otra punta de la ciudad, un bar en el que ninguno de los dos había estado nunca antes, confesó que llevaba días queriendo hablar con ella. Era miércoles y no había dejado de pensar en ella desde la mañana del sábado cuando se despertaron juntos, que pensaba en ella todo el día, todos los días.

Ella le dijo que también pensaba en él pero que no podía ser, que era demasiado complicado y demasiada gente se vería envuelta. Él se confesó derrotado y confesó haber deseado aquella noche desde hacía demasiado tiempo. Lo que ella creyó fortuito para él había sido la realización de una fantasía. Él siguió confesando y admitió haber dejado de amar a su esposa, admitió vivir por inercia manteniendo las apariencias por el bien de sus hijos, aún tan pequeños. Esos niños a quienes hace algo más de un mes había regalado una gatita que ella había recogido de la calle.

Los encuentros furtivos continuaron y aún continúan. Ninguno de los dos sabe como explicar a su entorno lo que está pasando porque ni ellos mismos lo saben todavía. Solo están seguros de lo que sienten cuando están juntos, pero hasta ahí llega todo. El futuro es demasiado incierto para ellos y no se permiten pensar en él. Solo tienen el presente y se cuentan el uno al otro cómo darán la noticia.

Él tendrá que decirle a su mujer que ha comenzado una relación con una chica de veintiséis años que es además la hija de sus amigos más cercanos y que trabaja para él desde hace unos meses. Su mujer se volverá loca y no es para menos. Ella tendrá que explicar en su casa, tarde o temprano, que no sale con ningún joven del barrio sino con uno de los mejores amigos de su padre. Los padres de ella son muy liberales, pero algo así les resultará difícil de digerir.

Ella sigue hecha un manojo de nervios y su estómago sigue encogido. Ha perdido peso y la falta de sueño empieza a hacer mella. Él sigue con sus ojeras y su risa histérica. Pero esas tardes que pasan juntos hacen que se olviden de todo y que ese mismo todo merezca la pena.

Esta historia les ha dejado claro que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. No importa lo correcta e intachable que sea siempre tu comportamiento.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Estoy de mal humor y no sé porqué...

Por lo tanto me voy a desahogar dando mi opinión sobre una de las peores series (llamarlo serie ya es un cumplido que no se merece) que ha creado la televisión, y que por supuesto se ha convertido en todo un éxito en nuestro país. Estoy hablando de "Escenas de matrimonio", aunque para ser concisas, debería haberse llamado "Estereotipos caducos de una España machista que por desgracia siguen vigentes."

Aqui os dejo la foto del último reparto, con Mar Saura en el centro luciendo como la estrella que es y una sonriente Lina Morgan que está encantada de estar al lado de la Saura y de poder tocarle una pierna (ella se conforma con eso).





La contratación de estas dos actrices corrobora el hecho de que esta serie está basada en unos cánones de comportamiento arcaicos y especialmente nocivos para el espectador joven. Mar Saura se une al equipo para atraer esa audiencia interesada en la cultura que ve más allá de un cuerpo bonito medio desnudo, y Lina Morgan para atraer a una audiencia con valores progresistas (todos aquellos que disfrutamos como locos con "La tonta del bote", todas aquellas que queremos ser la tonta del bote) que ansía la desaparición de una televisión llena de contenidos vacios.

Hay quién dirá que todo es irónico, que hay que saber diferenciar entre la realidad y esta "serie". Sin embargo, los comentarios que se escuchan por ahí no acaban de convencerme de que los espectadores lo entiendan como algo irónico y sacado fuera de contexto. Con series como esto, lo único que se consigue es potenciar el conflicto en las relaciones de pareja ignorando la colaboración, la complicidad y hasta el amor y el cariño. Retrata reiteradamente los insultos, la falta de entendimiento, la miseria que conlleva estar en pareja, la falta de respeto y las complicaciones de las relaciones sentimentales e insiste en ellos con varios patrones que se repiten hasta el hastío y consiguen que se acaben viendo como algo normal, algo que viene dado con cualquier relación. Especialmente si se tiene en cuenta su emisión diaria.

Algo muy similar sucede con la serie "Aida" (ahora ya sin Aida), en la que la repetición jocosa del mote "machupichu", ha conseguido que un insulto con altas connotaciones racistas se vea ya como algo que no tiene por qué ofender a nadie, es una broma. Desde mi punto de vista no lo es.

Ni machupichu es un mote cariñoso ni parejas faltándose al respeto constatemente forman escenas graciosas, por mucho que se repitan y consigan que lo acabemos viendo como algo normal.

Y yo me pregunto: Tan difícil es hacer humor con respeto?

Hasta pronto!!!

Ana

martes, 1 de septiembre de 2009

Critícala, pero no por con quién se acuesta.



Te podrá parecer más o menos guapa, mejor o peor actriz, te podrá gustar o no como persona (aunque no la conozcas) y podrás pensar que tiende a dejarse llevar por un registro único (como muchos otros actores). Sin embargo, a Penélope Cruz se la critica más a menudo que no por haber tenido varias supuestas relaciones que han impulsado su carrera.

Todo empezó con Nacho Cano. Gracias a él se hizo famosa, dicen las lenguas envidiosas. Sus dotes interpretativas no tuvieron nada que ver, claro está. Todos sabemos que en el momento en que te acuestas con un artista tú también te conviertes en uno.

Lo de Tom Cruise también fue muy sonado. Se dijo de ella que estaba con él para darse a conocer en Hollywood. Yo ni lo sé ni me importa. Si así fue, ella misma, al fin y al cabo cada uno se promociona como puede. Supongo que el señor Cruise, también se benefició de aquella "relación", especialmente en un momento en que se creía que a él las mujeres a él ni fu ni fa. Yo sigo convencida que aquello no era lo que parecía, ya que Tom y su nueva esposa insisten en hacernos creer que esa niña china llamada Suri es suya.

Después llego el romance con Matthew McConaughey (casi imposible recordar cómo se deletrea su apellido, gracias a Google). Que si estaba con él para darse fama, que si se enrolla con todos los actores con quienes trabaja y un largo etcétera de críticas que poco tenían que ver con sus dotes interpretativas y mucho con su vida sexual.

Penélope nunca ha vendido una exclusiva como hacen muchas otras (Paz Vega ha sido la última cursi en presentar, a cambio de un buen cheque, a su hija a los medios), nunca ha comentado nada sobre sus relaciones ni para bien ni para mal. Pero aún así, se la ataca, por ser mujer y guapa con los mismos argumentos machistas de siempre.

La prueba de que el talento, al igual que la belleza, no se pega por proximidad como la gripe bien podría ser Elsa Pataky, que después de salir en ciento y una revistas de la mano de su Aidan Brody sigue sin conseguir que la ofrezcan un papel en condiciones porque, al contrario que las que usan L'Oreal) ella no lo vale. Él sigue tan feo como antes de salir con ella. Su relación con el patito feo le ha proporcionado, eso sí, más portadas de revistas en las que se desplega su belleza cual nínfa mística.

Incluso hoy en día, no se perdona que una mujer tenga talento y llegue a lo más alto en su ámbito laboral. No está bien visto que tengamos las parejas que nos de la gana o ninguna (entonces somos lesbianas). Tenemos que estar con un hombre, solo con uno, para que no se nos acuse de zorrillas interesadas o de ninfómanas descontroladas.

Estoy segura de que estos estereotipos los erradicaremos con una educación adecuanda en los más jóvenes y haciendo oídos sordos las que ya estamos creciditas.
--------------------------------------------

También os quiero presentar a la gatita de Ana, que es preciosa. Nació el 31 de Marzo de este año, es hija de gata común y de un macho azul pero es prácticamente como el estándard de la raza. Tiene el paladar azul-grisáceo y las almohadillas de las patitas color gris-lavanda. Su nombre es Sara, aunque también se la conoce como Pepsi (pe-queña psi-cópata) porque muerde mucho y Ana tiene los brazos hechos polvo. Como veis es un cielo!











lunes, 31 de agosto de 2009

Mudarte al campo para dejar de limpiar...


Ayer estuve en un pueblito cerca de Madrid visitando a una amiga, llamémosla Manuela. Ella se casó hace tres años con Roberto, y al año siguiente tuvieron su primera hija. Un año después llegó la segunda, y con ella la mudanza al campo.

Roberto es programador informático y tiene un buen sueldo. Manuela dejó su trabajo y ahora trabaja en casa, o mejor dicho, ahora está en casa.

Cuando vivían en Madrid eran los más juerguistas del grupo. Siempre dispuestos a hacer fiestas en su casa, pasarse la noche de juerga, borrachos como cubas un finde tras otro, y con una afición un tanto peligrosa a la cocaina.

Vivían en un piso de dos habitaciones bastante céntrico y llevaban una vida social muy activa. No había fin de semana que se quedaran en casa en plan tranquilo. Les encantaba irse de fin de semana siempre que podían, salir a cenar y trasnochar sin parar, incluso entre semana.

Pero con la segunda niña y la decisión de mudarse al campo todo cambió. Manuela dejó su trabajo cuando se le acabó la baja por maternidad y ahora se dedica a sus niñas y al Facebook, siempre está actualizando su estado, cada dos horas más o menos.

Manuela pesa quince kilos más que hace dos años, y parece que tiene 37 en vez de 27. Roberto también está muy desmejorado, pero no ha cogido peso. Cuando llegué a su casa, esperaba una comida de categoría, ya que Manuela es muy buena cocinera, pero en lugar de eso me encontré con unas salchichas y unos trozos de pan para hacer bocadillitos. Nada que ver con su costumbre de preparar varios platos y todos deliciosos.

Manuela vestía unos vaqueros azules y un jersey fino de lana negro con varios agujeros a la altura del estómago. Estaba sin peinar y andaba descalza por la casa y el jardín, con lo que sus plantas de los pies parecían las de un sin techo. La niña mayor gritaba por la casa cual loca histérica persiguiendo al gatito que acaban adoptar y a nadie parecían molestar los estridentes gritos. La pequeña estaba en la alfrombra, medio desnuda, llevándose a la boca todos los juguetes que estaban esparcidos por el suelo sobre el que todos pisábamos al salir y entrar del jardín.

Cuando la niña mayor dejó de gritar se sentó en su silla para comer, pero un helado de naranja de hielo. El polo se le partió por la mitad y se cayó sobre la famosa alfombra, ante lo cual Manuela lo recogió y se lo dió a la niña sin ni siquiera pasarlo por el grifo. En este momento yo ya no daba crédito. No me lo podía creer.

La sala estaba llena de juguetes por todas partes, la cocina llena de cacharros sucios, no había ni un solo espacio en toda la encimera sobre el que dejar nada. Abrí la nevera para servirme otra copa de vino blanco y aquello parecía la nevera del asesino de SAW. Había chorros de líquidos resecos por todas las baldas y de ella emergía un dañino olor a queso que revolvería las tripas al mismísimo Jack el destripador. Que conste que me encanta el queso, pero en la nevera siempre guardado en tuppers, gracias!

Mi copa tenía pequeñas incrustaciones marrones que preferí ignorar, y el sofá, comprado tan solo hace un año, tenía unas manchas también marrones que parecía haber sido recogido de un estercolero cercano.

La niña pequeña, la que estaba semi desnuda, olía a vómito la pobrecita porque se había vomitado un poco encima y no le habían cambiado la chaquetilla que llevaba. Eso sí, todos son muy felices. Las niñas se rién sin parar y juegan con todo el mundo, y ellos están encantados con su nueva vida en el campo.

Yo también me alegro mucho por ellos, por su felicidad y por esas niñas preciosas que tienen, pero como lo cortés no quita lo valiente, me gustaría haberles dicho antes de irme: "Muchas gracias por todo, pero limpia la casa por lo que más quieras." De más está decir que no lo dije, al fin y al cabo no soy yo quien tiene que vivir ahí, y prefiero tener que aguantar la suciedad y el desorden de vez en cuando que perder la amistad de Manuela, por muy dejada que se haya vuelto.

---------------------------------------------

Feliz cumpleaños a Jose, que cumplió 27 ayer!!!

Ana, me la mandas aquí - crazyanusca@gmail.com

jueves, 27 de agosto de 2009

Shaila se fue ayer de casa.

Hoy os quiero presentar a mis dos gatos, que todavía no os he hablado de ellos. Son madre e hijo y vienen de Londres.




En la primera fotos les veis durmiendo en su cestita, y en la segunda jugando. La gris es la madre, es siamesa y se llama Kaluli. El más blanquito es su hijo, es tonkinés y se llama Emilian. Llevan conmigo desde enero y ya no podría vivir sin ellos. Son maravillosos y no destrozan nada, son muy pacíficos y cariñosos. Les quiero con locura y son los reyes de la casa.

El jueves pasado iba con P. y R. a cenar a nuestro japonés favorito. Estábamos las tres muertas de hambre y mientras comentábamos lo que ibamos a pedir cada una sale de detrás de un seto una gatita maullándonos. Se metió entre nuestras piernas y cuando la acaricié me di cuenta de lo flaquita que estaba. Yo creo que tenía tanta hambre que se lanzó a por nosotras totalmente desesperada. Ni que decir tiene que nos dimos la vuelta y me la llevé a casa. Cómo la iba a dejar así, hambrienta y temblando como estaba la pobre... Mirad que preciosidad!




En mi casa el piso de abajo es de madera y la moqueta que veis en las fotos la tenemos en las habitaciones. Emilian y Kaluli prefieren jugar arriba porque sobre la moqueta no se resbalan cuando tratan de coger al vuelo alguno de sus juguetes. El jueves, cuando llegué a casa con Shaila, pues así llamé a la gatina, estos dos estaban jugando en el jardín.

Yo fui muy inocente, pensando que Shaila se pondría a jugar con ellos y todo sería maravilloso. No tenía ni idea de lo equivocada que estaba. Dejé a Shaila en la sala y las puertas del jardín estaban abiertas. Ella empezó a explorar por todos lados y justo en el momento en que estábamos tan tranquilas las dos, entran del jardín como alma que lleva el diablo Emilian y Kaluli. Cuando la vieron allí fue como si se convirtieran por unos segundos en dibujos animados. Los ojos se les agrandaron al ver a aquella intrusa en casa, trataron de frenar, pero resbalaban en la madera y la inercia les impulsaba hacia adelante mientras ellos se resistian, caras de pánico y de no entender nada. Decidí que ese era el momento oportuno para sacar a Shaila de allí y darle de comer.


Mas tarde la baje otra vez, como ya se habían visto, ahora solo quedaba llevarse bien y jugar. Tampoco. En cuanto vieron a la pequeñita se movieron cada uno a dos puntos estratégicos desde los que observarla, dejando bien claro que no querían saber nada de ella. Ni de mi por lo que parecía. No querían mis mimos, me miraban con desdén, gritándome en silencio que cómo me había atrevido a meter en casa a esa cosa y que hiciera el favor de deshacerme de ella cuanto antes.


Como la cosa no mejoraba, se han pasado la semana en habitaciones separadas para no verse. Ha sido un poco estresante pero ha merecido la pena encontrarle un hogar a Shaila. Ayer se fue con mi jefe, que estaba pensando en coger un gatito para su hijo y decidió quedarse con ella. Estoy segura de que va a ser muy feliz en su nueva casa. Tanto como Emilian y Kaluli ahora que ella ha salido de la suya...

Que paséis un buen finde!

Ana

La musa de Sartre


Me gusta mucho ver la televisión después de cenar. Tumbarme en el sofá con el pijama ya puesto, taparme con mi manta y echar un vistazo por los diferentes canales hasta encontrar algo entretenido. La tele me duerme, y no porque me aburra, sino porque poco a poco me dejo llevar hasta que me atrapa el sueño. No vayáis a pensar que esto es un proceso largo, a veces en quince minutos ya estoy dormida, por mucho que quisiera ver esto o aquello.

Muchas noches, en pleno estado de ensoñación, aparecen voces y rostros que me sobresaltan y me traen de vuelta a la consciencia. Algún miembro de mi familia ha cogido el mando para hacer zapping y ha dejado entrar en casa los gritos y las caras de los llamados tertulianos del corazón.

Son difíciles de evitar, cada día más. Si no aparecen en los programas en los que colaboran, lo hacen en aquellos que mencionan estos programas. Una red de difusión cada vez más extensa.

Por lo general son todos muy molestos, Mariñas, Yague, Lozano y compañía. Un grupo de verduleras que al carecer de talento que les encumbre a la fama, se dedican a destripar las vidas de aquello/as que si lo tienen. De esta forma, y por proximidad, consiguen de manera ficticia acortar las distancias entre ellos y el mundo del que desean formar parte.

Predominan aquellos que son conscientes de su pertenencia a un circo mediático que les proporciona una cierta y dudosa popularidad y un cómodo nivel de vida. Sin embargo, hay alguna que trata de dar seriedad a la actividad que desempeñan, es decir, hurgar como hienas en la carroña de las vidas ajenas para luego pregonarla por los platos de televisión.

Los primeros me alteran, me ponen nerviosa. Los segundos, cuyo máximo exponente es la indeseable María Patiño, me provocan nauseas.

Ella presume con falsa modestia de que llama a este u otro “famoso”, sugiriendo que se codea con ellos, que se mueve en sus mismos círculos. Nada más lejos de la realidad. Ningún personaje conocido con clase y decencia invitaría a esta persona a cenar o a una de sus fiestas. Jamás.
Habla de rigor informativo y cataloga como “fuentes” a lo/as amigo/as envidioso/as de estos “famosos”, que son en realidad los que le van con los chimes que luego ella cuenta, cual vulgar pregonera de fiestas, como verdad absoluta a todo aquel que quiera escucharla.
Llega a equipararse con sus “famosos”, y cuando estos piden privacidad les dice que deben resignarse, que a ella la han fotografiado con su novio y que, al haberse convertido también en un “personaje público”, tiene que aguantarse.

Me gustaría que definiera este concepto. Ningún personaje es público, al menos ninguno debería serlo. Ana Belén no es un “personaje publico”, es una excelente actriz y cantante. Lo mismo le pasa a Joaquín Sabina, a Marisa Paredes, a Luis Merlo, a Carmen Maura, Maribel Verdú y muchos mas. La idea de “personaje publico” a la que María Patiño se refiere se asemeja en mi cabeza con la de “baño publico”. Algo que todo el mundo tiene derecho a utilizar, que esta ahí para ser usado. Y precisamente esto es exactamente lo que hace Patiño con sus “famosos”, los utiliza para ganar dinero y para su autopromoción, se alimenta de ellos como un parasito cualquiera. Pero ella no es un parasito, lo que ella hace es una labor de información porque la audiencia quiere saber, la audiencia demanda ser informada sobre dónde hace la compra Ana Belén, que vino bebe Marisa, la ultima conquista de Luis, donde se tiñe el pelo Carmen y cada cuanto va al dentista Maribel.

Y yo digo que no, que esto no se lo cree ni ella, que su inefable persona debería desaparecer de los platos de televisión para dar paso a contenidos de interés, que lo que hace no es serio, ni digno, ni ético, y que jamás dejara de ser un “personaje publico” porque no tiene talento, y porque los periodistas de verdad no se rebajan a participar en un espectáculo circense donde ella es la payasa estrella.

No se que inspiro a Sartre para escribir su obra maestra, “La nausea”; pero estoy segura de que si la hubiera escrito hoy dia su musa, sin duda alguna, hubiera sido María Patiño. No me digais que no estais de acuerdo conmigo... :-)

Hasta mañana!!!

Ana